Un nen d'ètnia uro menjant a la illa
Taquile del llac Titicaca
Foto: JRZaballos
Article
publicat al diari La Mañana el 02/10/1994
Los
taxis, llenos hasta los topes, alumbran a un par de soldados jóvenes que se
desperezan y se apresuran a dirigir sus armas en dirección a los intrusos
recién llegados. Son las 10 de la noche y nos encontramos en la frontera entre
Bolivia y Perú, a orillas del lago Titicaca. La frontera cerraba a las 6 de la
tarde. Nada sorprendente si se tienen en cuenta el carácter secundario de este
punto fronterizo entre Copacabana (Bolivia) y Yunguyu (Perú). Nuestra aventura
por intentar solucionar el problema creado por la desaparición del guía que
debía esperarnos en la Paz y reconfirmar los billetes de avión que nos sacarían
del país en dirección a Lima, parecen llegar a su fin. La disyuntiva entre quedarnos
tirados en La Paz cuatro días a la espera de conseguir nuevos pasajes para Lima
o intentar llegar por tierra a Perú lo antes posible y allí conseguir un vuelo
interno que nos llevara a Lima se disipó cuando pudimos convencer a dos
taxistas de La Paz para que nos llevaran hasta la frontera peruana esa misma
noche. 300 dólares en efectivo disiparon la dudas iniciales de los dos
taxistas.
Fent de remer a la M. Fonseca en una barca uro al llac Titicaca Foto: J. Baulenas |
Llegamos a la frontera. El
oficial boliviano que parece de mayor graduación y también de más edad, nos comunica que el
capitán se ha ido al pueblo más cercano a tomar una copa y que no sabe cuando
volverá. Además el capitán se ha llevado la llave del candado de una cadena que hace función de frontera. En la
frontera peruana a unos 100 metros de este punto fronterizo deben estar
esperándonos otros dos taxis que nos lleven hasta Puno, allí al día siguiente
nos llevarán hasta Juliaca donde podremos coger nuestros vuelos hasta Lima,
Nuestra insistencia en que debemos pasar la frontera lo antes posible para
poder proseguir nuestro viaje parece que hace espabilar al oficial al mando.
Éste empieza a encender las luces de la cochambrosa oficina de la aduana. Jordi
recoge los pasaportes del grupo para el visado de salida y se los llevamos al
oficial. El ambiente en la oficina parece distendido. Mientras esperamos que
vayan sellando los pasaportes, varias mujeres cargadas con sus fardos y tocadas
con su sombrero hongo, cruzan la frontera al amparo de las sombras sin que los
soldados les presten la menor atención. Un par de bromas, un recordatorio por
parte del oficial de lo ladrones que fueron los españoles con el pueblo
boliviano, la colaboración voluntario/obligatoria de 50 dólares por abrir la
oficina fuera de horas y nos podemos ir con los pasaportes sellados. Ya sólo nos queda
cargar nuestras maletas y recorrer los 100 metros que nos separan de la
frontera peruana.
A les ruïnes de Tiahuanaco a Bolívia Foto: J Baulenas |
Mal día
para cruzar la frontera por Yunguyu, según ha oído Jordi, al Doctorcito ( apodo del capitán del
puesto fronterizo peruano) lo acaba de “pescar” su esposa haciendo el amor con
otra mujer. Soy el primero en llegar a la frontera peruana, los dos taxis y un
grupo de curiosos nos están esperando. Un grupo de turistas arrastrando maletas
a las 10 de la moche es un espectáculo que parece divertirles. ¡Entre!, el Doctorcito, con bufanda blanca al cuello, me tira los papeles del
visado que hay que rellenar por duplicado. Me obliga a rellenarlos fuera de su
despacho. Vuelvo a entrar con todos los papeles en orden. Saludo, pero nadie me
contesta. Su mujer y sus dos hijos, sentados en un lado de la sala, miran
acusadoramente a su padre, mientras éste sella los pasaportes. Mis “buenas
noches” resuenan en el vacío.
Al cim de Huayna Picchu amb el Machu Picchu al fons Foto: J. Baulenas |
Nadie
responde a mi saludo pero la voz del Doctorcito
resuena en la sala para preguntar ¿Quién
es el jefe del grupo?. Deducimos rápidamente el motivo de su pregunta y
Jordi se apresura a sacar unos cuantos dólares y ofrecérselos delante de su mujer.
Jordi se despide con un muchísimas
gracias por atendernos y también recibe el silencio por respuesta. Antes de que el Doctorcito se ponga a contar
los dólares nosotros ya nos estamos subiendo a los taxis. Aún nos falta un
buen trecho para llegar a Puno. Llegamos finalmente a nuestro destino, cansados
y sin dólares. Por suerte los taxistas aceptan que les paguemos con moneda
peruana.
Amb G. Vidal i J. Baulenas al Machu Picchu i amb el Huayna Picchu darrera Foto: M. Fonseca |
Por
cierto, ¿quieren saber qué nos dijo el responsable peruano de la agencia de
viajes cuando nos vino a recoger al aeropuerto de Lima?: No creí que lo lograran. Se nota que son ustedes catalanes…. Sí,
somos catalanes… ¡ y sin un dólar en
nuestros bolsillos!
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